Hay veces que sin querer te encuentras a ti mismo en
una ciudad perdida y de la misma forma, sin saber por qué, te ves perdido
en una ciudad conocida.
Así apareciste tú, sin querer, a los pies del Duero una
noche de verano y supe que me quedaría sentado en tu orilla cada uno de los
días que escribieran mi vida.
Nos bastaba la brisa fría del océano que compartíamos río arriba. Nos bastábamos solo nosotros, el atardecer posado sobre los palacios blancos y las casas de colores. La coca cola por la tarde y el mojito endulzando la noche. No importaba nada más.
Nos bastaba el olor a humedad, el azul sobre
blanco de cada azulejo, el blanco sobre el azul de cada nube. Los campanarios despuntando
sobre un mar de teja vieja. El vino dulce, el pan mojado en aceite y la francesiña más rica del mundo. Los
rincones oscuros, la suciedad llenando cada vacío, la decadencia como carta de
presentación. Nos bastábamos solos desandando a ritmo de fado
las cuestas que nos cansaban, sin saberlo. Los mercados y tiendas
atascadas en el ayer. El oxígeno del Atlántico inundándonos los pulmones y las dos
orillas acunando las últimas horas del Duero. Las cenas cara a cara al río,
hombro a hombro con el frío. Brindando a la noche por la suerte de encontrarnos
allí. Porque nos sobraba todo y no necesitamos más...
Y cuando nos despertamos por la mañana todo nos supo a
poco.

Sin entenderlo, nos vimos perdidos y nos encontramos
como extraños, sin planos ni mapas que nos dijera dónde nos habíamos
equivocado y cómo habíamos llegado hasta allí. Como si tus dos orillas se
separaran aun más sin un puente que fuera capaz de atar nada.
Cuesta abajo cuesta arriba... y cada vez más cuesta arriba.
Cuesta abajo cuesta arriba... y cada vez más cuesta arriba.
Y así, sin darnos cuenta, sin saberlo, sin quererlo, sin evitarlo, me fui yo, tierra adentro mientras tú te quedabas en aquella orilla esperando agua nueva.
No sé si volveré a verte. No sé si volveré a escribirte.
Oporto.
1 comentario:
Piensa que el agua que lleva el río es la misma que llega al mar, la misma que asciende al cielo y vuelve a caer con la lluvia. El agua estancada muere, necesita fluir y continuar. El camino será largo y tortuoso, no te voy a engañar, dos gotas antes unidas se tendrán que separar. Pero la marea cede y el reencuentro ocurrirá, aunque sea en otro río, aunque sea en otro mar...
Publicar un comentario