domingo, 29 de agosto de 2010

HOY NO



Ya no quiero amaneceres eternos ni noches sin estrellas. No quiero la luz del Norte filtrada entre estrechas calles, casas de colores, islas, rubios o ratas. No quiero atravesar puentes sobre aguas sin fondo, celebrar victorias ni izar banderas que no sean del mismo cielo que nos abraza a todos por igual.



No quiero dibujar otros horizontes, otros cementerios, otros paseos por encima de las nubes, ni terrazas a ras de la montaña desde la que pueda ver el bullicioso silencio de otra vida, otras ideas, otra forma de entender el mundo.

Tampoco quiero escuchar aquella canción que me recuerda insistentemente a ti. Ni quiero despedidas si no soy capaz de pronunciar un simple adiós. No volveré a inventar noches de verano en las que no apareces, ni desandar el camino si es a solas, si no es de la mano. Tampoco quiero más estrellas que fugazmente pongan al descubierto mis deseos ni recordar abrazos tan cálidos que me congelen en este mes de Agosto.

No quiero estrenar un nuevo día bailando en la playa sin haber dormido el anterior. Ni sentir la caricia del Mediterráneo en los pies camino a casa mientras su espuma devora mis huellas para que nadie se entere que estuve allí, que caminamos por allí. No quiero despertarme a mediodía, comer a media tarde o cenar a primera hora de la mañana. Tampoco quiero dormir o amanecer con una carcajada.

No quiero escuchar el mar dentro de 1000 caracolas distintas ni tirarme de cabeza desde un trampolín mecido por olas por las que me dejo atrapar siempre. Hoy no. Ni quiero que volvamos a sentarnos en círculo blanco sobre la arena entonando, al son del mar, el conjuro que soporta cada una de las estrellas que penden sobre nosotros en noches así de mágicas. Tampoco quiero sumergirme en otros océanos en los que sólo sientes la vibración de la música en el pecho, solo ves la luz del escenario, solo eres una gota más. Ni echar de menos el silencio, la tranquilidad.

No quiero compartiros, ni olvidaros. No os quiero (¿o sí?) Pero si no fuera vuestro recuerdo tan dulce, si no me arrastrara, si no me pudiera y me distrajera estas tediosas tardes serían aún más infinitas. Quizá por eso os escribo desde la biblioteca sentado en la mesa 170 a las puertas de un Septiembre cuanto menos especial. Cuando tengo la seguridad que paso página y no solo de mis apuntes y que aunque quiera dentro de un mes tan solo voy a poder reviviros dentro mí (más lejos de lo que imaginaba). Cuando empiezo a tener la sensación, aunque sin agobios, que esto cambia, que se abren otras puertas y cierro las maletas. Que desde mi nueva vida, allá donde se ponga el sol os estaré sonriendo.

Quedan mis puertas abiertas, entrad sin miedo.

Comienza la aventura.