sábado, 6 de agosto de 2011

(MILÁN)

Ayer aterricé y sin darme cuenta te he recorrido durante 10 meses. Ayer hacía las maletas y las llenaba de planes, de incertidumbres. Hoy las vuelvo a hacer y no soy capaz de cargar con todo (Tampoco quisiera dejarme nada). Ahora, aún con la habitación completamente vacía tengo la sensación que me dejo mil cosas.

Ayer, cuando te aterrizaba mis retinas devoraban tus calles, tus gentes, tu caricia fría con sabor a café. Hoy incrédulo de mí, subido en el bus, intentaba descubrirte como algo nuevo, quizá para engañarme, quizá para vivirte otra vez, quizá para quedarme siempre aquí.

Ayer comenzaba a caminarte y tu camino me parecía infinito. Hoy con él agonizando intento buscar dónde dejé mis pasos, cómo encontrar mis huellas para saber que realmente te viví, que no fue un sueño. Ayer te construía en mi cabeza, te inventaba, te temía, te esperaba. A partir de hoy solo me queda soportar tu recuerdo como un atlante del Duomo aguanta sin esfuerzo la blanca belleza de tus agujas. Siento que me dejas mil cosas en el tintero…

Milán siempre serás mi paréntesis.

Ahora sé que te llevo dentro. Te espero dentro. Lo sé desde el primer día que saliendo del bullicioso metro, subiendo por las escaleras hasta tu corazón aún de noche y lloviendo te mostraste eterna. Estrella de mil puntas. Dolorosamente blanca. Descaradamente Bella. Dispuesta sin reservas a ser el mejor telón de fondo de mi vida, de mis paseos, solo al precio de admirarte cada vez que te abrazaba, de no cansarme de verte, de humillarme al sentirme minúsculo bajo el dintel de tus puertas. Desde aquella noche supe con certeza que ibas a estar siempre ahí detrás porque me lo susurrabas cada vez que te rodeaba. Supe desde aquella primera noche que estabas robando parte de mí y que yo me dejaba encantado. Que siempre serias la domus abierta a amigos y familia. Pero hoy la cosa cambia.

Ahora sé que siempre serás mi paréntesis, un escalón más de mi vida que situado arriba estoy encantado de haber escalado. El empujón a mi yo que me llena de fuerza al enfrentarme a otros horizontes, otros retos.

Porque este fue el año que viví, que dormí, que viaje, el año en que aprendí poco italiano, el año que crecí, el año en el que los invisibles no nos dejaban ver, el de los Aperitivis, las pizzas, la pasta, los cócteles, las columnas y de alcatraz. El año que tuve bici y de la misma forma dejé de tenerla, el de las tertulias después de cenar, el de las tortillas de patata y en el que comí más jamón que cuando estaba en casa. El año en que recorrí tus avenidas infinitas bajo tus bóvedas de árboles. El año en el que la lluvia era sinónimo de otoño y en el que volví a casa por navidad. El año en que supe lo que son las tiendas de verdad, los modelos, el glamour. La Scala. Los tranvías bajo las telarañas de la catenaria que tejían la ciudad. El año en que compartimos las noches, las vidas, las casas. El año en el que estuve allí a través de Skype. El año en que me encantaron vuestras visitas, el año de Wind, de Esselunga (siempre fidaty), del va bene! El año que también os eché de menos (¡pues claro!), el año que no habrá otro igual, el año que se me pasó sin darme cuenta. El año. Sin más.

Porque me has arrancado poco a poco un trocito de mí para atarlo de por vida a tu nombre y ahora mientras hago las maletas, mientras recojo los trastos que acumulo con alguna lágrima sé que también me estoy recojiendo a mi mismo. Me voy contento pero también con pena por todo lo que me has dado y no he asimilado. Y 10 meses me parecían muchos.

Te dejo. Me voy sin mirar atrás, con un nudo en el estómago (porque sigo queriendo con el estómago), con alguna lágrima pero con las maletas llenas de ti. Te dejo aquí para encontrarme cada día y cada vez que lo necesite en el mismo sitio y en el mismo año.

No tengo ni que decirte que me encantó escribir mi vida en tus páginas

Hoy cierro el paréntesis y continúo mi vida.

(Milán) mi mejor paréntesis.