lunes, 15 de noviembre de 2010

ROMA

Cerré los ojos y conteniendo la respiración en el puño deseé pasearte de nuevo. De espaldas a una ciudad eterna en sus rincones probé suerte por si se volvía a cumplir por arte de Trevi el milagro de perderme por Trastévere, de recorrer las ruinas y guiarme por obeliscos en el laberinto de tus plazas una vez más.

Esperé, que a cambio de unos pocos céntimos, la Piazza de San Pietro me acojiera con su columnata desde casi el puente de Sant´Angelo en un sinfín barroco, que en Roma va desde las catacumbas hasta cielo pasando por el baldaquino berniano.

Solté la moneda sin mirar atrás por si se rompía el hechizo y mañana no puedo volver a disfrutar de tu belleza, de tu sol bajo la escalinata de la Plaza España o del rumor del agua en cada esquina.


Respiré mientras tanto, rodeado de turistas, el aire que cortaba mi moneda hasta tocar el agua a ciencia cierta de que era el mismo que caía densamente a través del óculo que corona el Panteón. Como si en aquel espacio casi perfecto el tiempo que se acumula fuera el poso que lo alimenta día a día y nos maravilla 2000 años después.

Te espero pronto porque me encantas tal como eres. Con tu desorden, tu tráfico imposible o tu suciedad. Con la altanería de quien que sabe que el tiempo no puede con ella. Con la humildad de quien abre sus tierras y muestra en sus ruinas el origen de nuestra cultura, sin darse importancia. Con la soberbia de quien se sabe que guarda secretos que bien valen un Potosí y la servidumbre de quien pone el cielo a tus pies. Con la gracia de quien acuna al César y la decadencia que sufre la que tiene un imperio tras ella. Me encantas. Tus fuentes, tus colinas, tus escaleras y pizzas. Toda tú.

Roma.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL AÑO EN QUE CUMPLIMOS 25

Fue hace 25 años aunque siempre les escuché que ojala hubiera sido antes. Fue hace 25 años cuando unas puertas se abrieron a una nueva vida, a un proyecto joven y uno frente al otro juraron amarse eternamente. Fue en otro templo, en otro altar, con la misma gente pero con alguna que otra arruga menos, ante un mismo Dios donde pronunciaron un SÍ que los ataría a la dulce condena de ser felices para siempre. Viviendo una primavera constante.

No serviría de nada empezaros a contar aquí su historia, pues ni siquiera estuve en el principio… sé que no tiene final… Además quizá vosotros os la conocéis mejor que yo. Sería inútil porque entre otras cosas no mando ni en mi corazón y no conseguiría arrancarle ninguna palabra si es de la gente a la que quieres de la que tiene que hablar. Sé, sin embargo, que es una historia de amor, casi de cuento, casi de película. Pero de las que al final se te hace un nudo en la garganta y se asoman tímidamente las lágrimas a la pendiente de los párpados sin caer… Os contaré que me siento feliz de ser parte de esta película romántica, de conocer a sus protagonistas y susurrar sus diálogos como si me hubiera pasado a mí o que me la cuenten otros que la vivieron más directamente que yo y sentir que es mi propia historia aunque todavía no estuviera en este mundo.

Mi hermana y yo, que vinimos más tarde, no estuvimos aquel día, pero como creemos en la fuerza de las palabras, la fuerza de un SÍ capaz de cambiar el mundo, no importa porque el pacto que se selló años atrás lo hemos revivido día tras día, en nuestra misma piel, corriendo por nuestra misma sangre, en nuestra casa. Y como si de un conjuro se tratara seguimos unidos a ellos como si todavía lo estuviéramos mediante el cordón umbilical como así será de por vida, y no concebimos un día sin oír su voz. Que en nosotros, perviven sus palabras, siendo este el mejor testamento que sella la sangre.

Además mucho antes de que fuera consciente, mis padres brillaban ya con luz propia hasta donde alcanzan mis recuerdos, como una estrella que te indica siempre el Norte, que te guía el camino, siempre iluminando, siempre en el horizonte, siempre, como una flor de loto, embelleciendo las orillas de nuestra vida…

Brillaban y brillan dentro de mi como cuando cada mañana nos vestían y su voz acariciaba el alma aún dormida de unos niños que despertaban a la vida, cuando en los viajes nos poníamos entre el conductor y el copiloto y cantábamos las canciones del cassette, cada vez que velaban a los pies de nuestra cama y con su caricia en la frente se disipaban las pesadillas como por arte de magia o cuando en la insoportable adolescencia tuvisteis paciencia o la acabasteis perdiendo. Cada vez que compartimos una alegría o nos sentamos a la mesa para que no se atragantasen las penas. Cada vez que a través de los vuestros, nuestros ojos ven otro mundo, otros corazones. Cada vez que a través de vuestra voz siento el calor de casa donde quiera que esté.

Porque aunque hace 25 años no estuve aquí, como he dicho, siempre pensé que lo verdaderamente importante no es ni el inicio ni el fin, sino el camino, el paso a paso, el esfuerzo, el tropiezo y la remontada, el momento, el ahora. El día a día que vivimos juntos cogidos de la mano. Porque sí, porque sé sin haberlo sentido en mis carnes que estas cosas si no las mueve el amor, no las mueve nada. Y porque sé, que sin dudarlo cada uno de sus días está escrito en el lenguaje que dicta el amor porque simplemente lo veo reflejado en sus miradas como un espejo que irradia luz o en sus manos entrelazadas a fuego, en sus besos. Sé también que su pacto de amor está por encima de alianzas, por encima del tiempo, por encima incluso de nosotros. Que son dos pero en realidad suman uno solo.

Y como este camino es imposible hacerlo solo, me gustaría hacer presente a todos los que han estado cerca, a los que se han unido a lo largo de este tiempo, a los que siempre han estado para dar impulso y a los que por causa de la vida nos tienen que dejar para que sigamos caminando solos. Y no me quiero olvidar de los abuelos. Sin ellos nada de este cuento habría sucedido. Si alguna vez sus caminos, por razones del destino, no se hubieran juntado hoy no estaríamos celebrando estos 25 años. Gracias a los 4, y digo bien, a los 4. A los que estáis y al que sin estar, hoy está más presente que nunca. Siempre a nuestro lado, presidiendo la mesa. Siempre inmortal dentro de nosotros.

En definitiva, hoy es nada más que uno de esos puntos y seguido que suceden de vez en cuando en nuestras vidas. Y con esto no quiero quitarle mérito a ninguno de esos 25, al contrario, precisamente cada uno de esos 365 que contiene cada uno de ellos es lo que guardo en mi bolsillo. Pudiendo celebrar los 25, 28 u 84 años si es amor lo que nos reúne, si es amor con mayúsculas, si es el calor de casa, el amor que ilumina los ojos y eriza el vello. De eso se trata pues el día de hoy (como me dejó escrito un amigo) de hacer memoria, de recordar, de pasar una y otra vez por aquello que nos hizo y nos hace felices y de compartirlo con los que más quieres.

Seguimos caminando juntos, 25 años más como poco. En la misma casa o con el mediterráneo por medio. Ah! Y que os queremos, que os quiero aunque nunca os lo diga.

Seguramente si en aquel septiembre del 85 alguien os hubiera silbado al oído que tal día como hoy estaríamos aquí no lo habríais creído.

Fue hace 25 años aunque siempre les escuché que ojala hubiera sido antes.

Septiebre 2010...