domingo, 21 de octubre de 2007

He intentado muchas veces escribir algo nuevo, pero no sabía qué. He pensado, he caminado y he encontrado.

Desde por la mañana, cuando me levanto entre las sábanas que no llegan a arroparme como las de allí, aunque lo intentan y abro el cajón y veo las estampas, de la Soledad, que me regaló la que regala lágrimas y besos al Cristo que duerme y me regaló noches que también echo de menos y mucho ¿Dónde está la magia? Y el Gran Poder, siempre al lado de mi mesa cuando estudio y que es otro regalo del que me enseña, me cuida y no me riñe (Cuanto echo en falta nuestros ratos, nuestras conversaciones y silencios. Esas tardes con algo siempre por hacer. Esos ratos que son mis ratos (Un día me gustaría escribir solo de ello, de él… y lo haré, lo prometo)) Cuando veo estas cosas inevitablemente me recuerda a mi casa. Lo mismo pasa cuando cada día desde la residencia hasta la universidad tengo que pasar por una calle que se llama “Calle Doctrinos” y digo para mí: y de la fe ¿qué quieres que piense en ese momento?

Caminando una tarde me escapé por Valladolid, busqué y entré en la Vera Cruz para sentir si aquellos muros querían adoptarme temporalmente. En su altar brilla una Virgen dolorosa (“…y una espada le atravesará el corazón”) que nada tiene que ver con la Inmaculada serena y sonriente de allí salvo las manos que las tallaron. En esta iglesia también hay un Lignum Crucis en el mismo sitio en el que está en la capilla de Salamanca. A un lado del altar un Ecce-Homo sentado, con cara de incertidumbre y una caña como cetro que me remite a “La Caña” sin quererlo y al otro lado Jesús atado a la columna que para mí es el de “Los Azotes”.

Y esque todo me recuerda a allí… Incluso en el paso del Descendimiento puedo ver nuestro descendimiento nuestro, Cristo envuelto en un sudario. Pero allí no hay cochera, ni cosas por hacer, ni por barrer, ni por tocar, ni por soñar…

Visité la iglesia del Nazareno, este arrodillado y en un altar, lejos, con la mano bendiciendo a quien lo mira. Diferente del “nuestro” que no te bendice con la mano, Él lo hace con la mirada, sonriendo y de pie, sin sufrimiento, abrazando la Cruz (como tú dices). En la misma iglesia, un crucificado adornado con cardos como Aquel. Y a la vuelta, ya de camino a la residencia parada obligada en la Virgen de las Angustias que en contenido es la misma y casi igual en la forma que la que a mí me gusta mirar y rezar. Esta es la primera que fui a ver.

Aquí hay muchas cosas de allí, pero claro, no son lo mismo… Aquí parchís es solo un juego. Allí es algo más, alguien más que aguantan al pesado que ha ido casi a diario a verlas en verano (cuando las 2 y media se llegaban volando). Os admiro. ¿Y qué decir de Rober…? Me va a buscar, me invita, me trae, me regala… No hay palabras, eres el mejor. Gente así se merece todo. Tampoco hay un secretario como el de allí, eso seguro, ni un paponin, ni un hermano fotos (pero si sus fotos), ni tantas cosas…

Aquí no hay cosas que necesito. Allí…

No se encuentra sino lo que se busca, y se busca lo que en cierto modo está escondido en lo más profundo y oscuro de nuestro corazón” (Ernesto Sábato)

Gracias por vuestras llamadas. Yo mientras os sigo buscando…